Todo era mejor cuando me ignorabas.
Yo también lo hacía. La vida marchaba perfecta. Había cerrado la tortuosa etapa cuya bandera había lucido tu nombre. Demasiado tiempo encerrada en aquel caos, abrumada por tu recuerdo. Puedo sentir como si fuera ayer, el día que volví a respirar el aire puro de la libertad. Ese momento en que dejé de quererte, de necesitarte; en el que te guardé tan sólo como una de esas cosas que inevitablemente debieron suceder en tu vida, pero que ya no forman parte de tu presente, sino de tu pasado.
Mi día había sido estupendo, no esperaba que de pronto me cayera como un meteorito la noticia de que todavía recuerdas mi existencia. La sequedad que produjo en mi boca fue únicamente comparable con la dolorosa patada propinada a mi estómago. No tenías necesidad ni derecho de hacer lo que hiciste. No quería recordarte, no necesitaba recordarte. Qué egoísta eres, influenciando en mi vida con tu sonrisa de suficiencia, sabiendo que todavía, aún después de tantos años, puedes estremecerme.
Fue lo único que hiciste, una fugaz aparición para que no te olvide, para torturarme. Y volviste a esfumarte con la misma velocidad con que te habías presentado, dejándome aquí, sola, con la horrible sensación de que una pequeña parte de mi corazón jamás dejó de pertenecerte.
Y esa maldita canción que no se sale de mi mente...
Qué duro. Espero que pronto superes esa sensación para siempre. Un beso.
ResponderEliminarBuf... me gusta el texto pero es dificil sentirse bien con esto.
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