Tengo a mi lado al compañero ideal. Que me regalará flores y me llevará en sus brazos cuando mis piernas estén cansadas de caminar. Que me ofrecerá su hombro para llorar y su sonrisa para compartir mi alegría. Que me arropará cuando quiera dormir y tomará mi mano para que me sienta segura. Que me acompañará a mis lugares favoritos del mundo y me sorprenderá con algo nuevo cada día. Que me dará su sí frente al altar y estará conmigo durante toda mi vida. Que será el padre de mis hijos y el abuelo de mis nietos. Que me levantará el ánimo cuando esté decaída y me hará caricias cuando me sienta sola. Que me dará un libro cada semana y cocinará conmigo los domingos. Que me llevará de paseo por el parque y observará conmigo los atardeceres. Que me contendrá en mis locuras y aplacará mis enojos. Que me hará cosquillas cuando necesite reír y me besará la frente con ternura.
Él es alguien que me amará hasta el fin de sus días, pero... ¿Cómo aprendo yo a amarlo? A veces pienso que cuanto más malvado es alguien conmigo, más me enamora. Pero cuando se me presenta la persona que siempre soñé, soy lo suficientemente idiota como para correr el riesgo de perderlo. ¿Podré abrir los ojos antes de que sea demasiado tarde? O quizás, mis ojos ya están abiertos como para ver lo que hay en juego. Tal vez, sólo necesite abrir el corazón.